viernes, 13 de junio de 2008

De qué va esto


Pues aquí estamos tú y yo: un lector y un escritor. Dado que veo que te gusta leer blogs, deduzco que puede que también escribas alguno. Seguramente yo no soy tu lector, al menos todavía, pero tú, en este mismo instante, sí que eres mi lector. Es curioso, no te conozco de nada y estoy a punto de dejarte meter en mi cabeza. Cosas de internet. No sé si serás un santo o un hijo de puta de cuidado, quizás alguien al que le prestaría un “buenos días” por no tener que dárselo. Y sin embargo aquí me tienes, escribiendo letras para que tú las leas. Así que, santísimo hijo de puta, limpia los pies en el felpudo, pasa y tómate algo de mis pequeñas cosas. Porque de eso va este blog, de las pequeñas cosas, de las cotidianidades que me pasan, que veo, oigo o leo que les pasan a otros o que directamente me invento porque para algo soy escritor, bendita profesión de mentirosos. Y no hablaré de ellas porque tengan relevancia en sí mismas (que para algo son pequeñas cosas), sino porque hace tiempo que he descubierto que la verdad del mundo, la verdad del hombre como individuo y del hombre como sociedad sólo se nos revela cuando prestamos atención a estas pequeñas cosas. Hace tiempo escribí un texto llamado “Tres maneras de mirar un espejo” en el que decía que todas las personas somos espejos, seres sociales que somos, existimos, en tanto lo que los demás ven de nosotros. Por eso vivimos para engañar, aparentamos, escondemos nuestras inquietudes y reprimimos nuestros instintos, cubrimos nuestro yo más auténtico (nuestro más yo) porque nos preocupa lo que las demás personas piensen de nosotros. Pero a veces, por un momento, en las pequeñas cosas que decimos o hacemos, aquellas a las que no les damos importancia y por tanto relajamos la máscara, se puede entrever algo que al menos a un curioseador nato como yo le hace preguntarse cosas, poner a funcionar el cerebro y conjeturar sobre porqués. Antes hablé de verdades pero quizá no he sido correcto en el término. La Verdad —con mayúsculas— requiere de una objetividad pura y no es esa mi intención. Hablaré a veces sobre mis verdades, aquellas que la vida me ha ido dejando de regalo, que tal vez —que seguramente— no van a ser las tuyas. Y precisamente por eso, en la mayoría de las ocasiones no te contaré ninguna de mis verdades. Simplemente te contaré algo y tú decidirás qué verdad se puede sacar de ello, con lo que se convertirá en tu verdad. Y esa es toda la cosa. La cosa de las pequeñas cosas.

5 comentarios:

El Capitán InconclusO dijo...

Sr Migoya:
Debo confesar que nunca me puse a revisar "blogs". Y justo hoy , que empiezo a hacerlo, me encuentro con su blog y lo que proclama en él. Al ser yo escritor(mentiroso como sabe apreciar)se me hizo más difícil leerlo todavía y cuando le encontré muchas similitudes con mis maneras de ver las cosas, me cayo en simpatía y me hizo escribirles éstas letras que buscan alentarlo para que lo siga haciendo.
Felicidades, muy lindo el blog!

Sergio P. Migoya dijo...

Muchas gracias. Aquí pretendo sacar mi vena comentarista, te invito a que visites también mi otro blog en el que subo lo más literario: http://breventosybrevesias.blogspot.com

Un abrazo.

Lunazul dijo...

Te vendrá bien tener este blog y dar rienda suelta a tu vena de "comentarista".

Llevas razón, cada un@ tenemos nuestra verdad... así que a ver qué verdad obtengo de ti como lectora, jeje!

Un beso :)

INSOMNE dijo...

MUY bueno el relato o cometario esa es la verdad del escritor ver en las pequeñas cosas una historia... es casi como un detective... esta bueno este blog

Sergio P. Migoya dijo...

Pal, la verdad es que no sé qué verdad verás, pero en verdad veré de que la puedas ver :P

Graciñas, Tomás. Bienvenido por aquí también.