miércoles, 29 de octubre de 2008

Soledades


Todos a los que nos gusta escribir nos encontramos de vez en cuando con el mítico síndrome de la hoja en blanco. Cada uno lo combate a su manera. Personalmente, cuando me sucede, me dedico a hacer listas disparatadas. Sí, tengo una carpeta llena de listas, listas de profesiones raras, de maneras de atravesar una puerta, de cicatrices, de clases de héroes en los cuentos, de formas de saludar, de hijos de parejas de animales o cosas diferentes, de tipos de sombreros... A veces, de esas listas, sale luego algún que otro relato. El caso es que ayer, aburrido, me puse a escribir una lista de cosas solitarias. Por ejemplo:

- Una botella flotando en el océano sin un mísero mensaje con el que pasar las horas muertas.

- Un espejo de cara a la pared abandonado en un trastero sin luz.

- Un anacoreta por las calles de una gran ciudad.

- Un bidé en el piso de un hombre soltero.

- Un calcetín desparejado que, irremisiblemente, va siendo relegado poco a poco hacia el fondo del cajón, hasta que un último empujón lo aboca al suicidio de ese mundo paralelo que es el hueco entre los cajones y el cuerpo del mueble.

- Una lata de sardinas vacía en el fondo de un mar por el que pasan sardinas que, con una actitud completamente egoísta, nunca quieren meterse dentro.

- La Luna que, con la edad, ha perdido vista y ya no puede ni entretenerse con las tonterías del mundo.

- Un dos que quisiera ser un veintidós pero ni siquiera es un uno para poder congraciarse con su soledad.

- San Pedro, funcionario ocioso ante unas Puertas del Cielo por las que últimamente no pasa ni Dios.

En esas alturas andaba cuando a traición me asaltó una idea. Que quizás, maldita sea, lo más solitario del mundo podría ser un escritor escribiendo en completa soledad sobre las cosas más solitarias del mundo. Terrible. De repente me sentí angustiosamente solo. Miré a mi alrededor. Solo, solito, solísimo. Mis ojos se posaron en el móvil. Supongo que una persona normal habría entonces llamado a un colega, a una chica, a su madre o incluso a uno de esos programas de radio en los que la gente se siente mejor contando sus miserias. Hace ya bastante tiempo que tengo asumido que no soy demasiado normal, así que lo que se me ocurrió en ese momento fue marcar un número al azar. Al cuarto o quinto intento contestaron -una mujer- y así fue la conversación, o al menos como mi mente la recuerda:

—¿Sí?
—Hola.
—Eh..., hola. Perdona, ¿quién eres?
—Soy yo.
—¡Ah, joder, tú! Oye, ¿y este número?
—Es el mío.
—¡Coñe! ¿Y cuando lo cambiaste?
—...
—¿Oye?
—¿Sí?
—Ah, nada, ya lo guardo en la agenda.
—Es tarde. ¿No te habré despertado?
—No, tranquilo. Estaba a punto pero aún no.
—Ah, bien, menos mal.
—¡Ja, ja! Dime.
—Pues… nada. Que me siento solo.
—...
—O sea, je, que vi el móvil y me apeteció llamar.
—Ya..., bueno... Mira, es que esta noche va a ser complicado.
—¿Complicado el qué?
—Pues que vengas. Mañana tengo cosas que hacer temprano y no...
—Pero yo no quiero ir ahí.
—Ah. No. ¿Y entonces?
—Pues eso. Que me sentía solo.
—...
—...
—Jorge, tío, ¿estás borracho?
—¿Quién es Jorge?
—...
—¿Hola?
—¿No eres Jorge? ¿Quién eres?
—Sergio.
—Uhm... Creo que te has equivocado.
—¡Qué va! He acertado de pleno. Ahora mismo ya no me siento solo.
—Oye, yo soy Silvia, ¿a quién llamas tú?
—A ti.
—Pues no caigo en quién eres.
—Sergio.
—Ya, vale, pero no conozco a ningún Sergio que pueda tener mi número.
—Ahora sí.
—Eh..., mira, voy a colgar, ¿ok?
—Vale, que duermas bien, Silvia.
—Uh…, vale, chao.
—Chao.

Anoche dormí como un bendito. Hoy me olvidé el móvil y, cuando volví a casa, entre las llamadas perdidas estaba el número de Silvia. Me dio pena no haber estado para contestar. A lo mejor, se había sentido sola.


miércoles, 8 de octubre de 2008

Alive and kicking


Hola, gente, disculpas por el abandono. El verano ido se ha y vuelvo de nuevo a mi guarida de invierno, a arroparme bien con mis letras y a que vuestros comentarios me calienten cual sopa casera y humeante o cual pimiento de Padrón con mala leche, que aquí todo se acepta. Ahora me da pereza contaros mis experiencias estivales, porque la cosa iría larga, poco a poco os iré soltando algún detalle. Para no dejar sin chicha esta entrada, os dejo algunas recomendaciones de entre mis afectos y filias:


De un género:

Los que visitáis mi otro blog sabéis que soy devoto de lo breve. Para los que gustáis o queréis probar suerte con esto de la minificción, aquí os presento dos páginas en las que aprender a manejaros con los recursos intrínsecos de este género.

Ficticia
El portal en que por primera vez publiqué algo en internet. Podéis subir cuentos en su sección ‘Puerto Libre’, pero la que interesa para el caso es su sección ‘Marina’, donde se suben las minificciones y podéis participar en su concurso-taller con tema mensual. De entre las subidas los primeros veinte días de cada mes, otros tantos talleristas hacen una preselección, vía correo electrónico trabajan las minis con los autores y luego estos textos los evalúa y comenta haciendo de jurado un escritor o estudioso reconocido del género (cada mes uno distinto). Si algo sé de escribir minificciones, aquí fue donde lo aprendí.

Minificciones.com.ar
Todavía no la he analizado en profundidad, pero han tenido la gentileza de colocar en su página un brevento mío y el primer vistazo que le he echado ha sido positivo. Allí podréis encontrar una buena colección de minificciones de escritores consagrados como Arreola, Monterroso, Cortázar, Shua, Denevi, etc. junto a otras de nuevos creadores. También reflexiones de estos magos de lo breve sobre el género y un concurso de dinámica parecida a la de Ficticia salvo por que, en vez de tema, el disparador de cada convocatoria mensual es una imagen. Otras diferencias (y estas las pongo en el lado negativo de la balanza) es que no se hace un tallereo previo a la evaluación del jurado (que además elige pero no comenta), con lo que el aprendizaje que se consigue en páginas como Ficticia es más limitado aquí. De todos modos, la página es muy reciente (creo que en julio empezaron), y tiempo habrá para ir ampliando el proyecto. Con apenas tres meses de vida, creo que mucho es lo que han avanzado, muy sencilla de navegar y abierta al comentario de sus lectores. En fin, un buen escaparate para que la gente os lea y una estupenda iniciativa en pro de la minificción.



De una afición

Un navegador entre letras como yo no podría tener de juego de mesa preferido otro que no fuera el Scrabble. Ya sabéis, supongo, ese divertimento a medio camino entre los crucigramas y el ajedrez (por decir algo), excelente para ampliar vocabulario y todo un reto de estrategia lúdica. La página oficial auspiciada por la FISE (Federación Internacional de Scrabble en Español) para jugar en Internet es ReDeLetras. Allí encontraréis oponentes de todos los niveles, participar en torneos por categorías, podréis incluso montar vuestros propios minitorneos con la gente que elijáis, ir subiendo en los rankings (con ELO oficial, como en ajedrez), tendréis la ocasión de jugar hasta contra los número uno mundiales de este juego en tablero (por cierto, el último mundial se ha jugado a finales del pasado mes y lo ha ganado un español, Enric Hernández) o simplemente echar una partidita mientras chateas con gente de todo el globo.


De un pueblo

Desde los 18 años vivo en Vigo, pero nací un par de rías más al norte, en Vilagarcía de Arousa, que es el pueblo más grande de Galicia o su ciudad más pequeña, según lo prefiráis. Aquí podéis ver algunas panorámicas en 360º y aquí algunas fotos muy artísticas que me he encontrado en el Flickr sobre este pueblo volcado al mar.




De una película

El pasado día 3 fue el estreno en el Festival de Sitges de la primera película de Hernán Migoya. Jeje, ya sé que a algunos os sonará el apellido, que para algo es mi primo. Hernán es el verdadero artista de la familia y no yo. Viene del mundo del cómic (guionista y redactor, a todos los españoles que lean esto les suena seguro publicaciones históricas como “El Víbora” o “Kiss”). En el tema de la literatura me lleva ventaja, tiene publicado un par de libros de relatos, algún que otro trabajo relacionado con el mundo del cine, hasta la biografía oficial de una buena amiga suya, Chiqui Martí (otra vez a los españoles me remito, sí, la streaper de Crónicas Marcianas). De todos modos, en este campo lo que os recomiendo, y mucho, es su novela “Observamos cómo cae Octavio”. Pero bueno, la novedad está en su película, “Soy un pelele”, de la que es guionista y director. Entre los actores están Roberto Sanmartín (el cubano de “Aquí no hay quien viva”), Liberto Rabal, Paco Calatrava (el feo de), la propia Chiqui y hasta un equipo de voleibol femenino nudista, Las Chulas. Es una peli al estilo Hernán, o sea, muy a lo comic, con sus dosis escatológicas, sexo generoso y mucha risa. Un disparate de comedia para espectadores sin complejos a la que la crítica ya ha empezado a crucificar, así que va a ser buena y todo. La gente llenó la sala en el estreno en el Festival y se lo pasó pipa, así que esperemos que se haga un hueco para llegar a los cines. Suerte, primote.


Y hasta aquí por hoy. Próximamente… más del curioseador. Vivito y coleando.