domingo, 15 de junio de 2008

El lado oscuro


Van a construir un aparcamiento subterráneo en Policarpo Sanz y he leído que transplantarán los naranjos que hay en esa calle. Esta tarde he pasado por allí y me he detenido un rato junto a uno. Le he deseado suerte, pues parece que se embarca en una aventura peligrosa, dicen que no es la mejor época para un trasplante y que la mitad de ellos morirán. Me vino a la mente una frase de Karl Kraus: “El progreso celebra victorias pírricas sobre la naturaleza”.

En algún lugar he leído que los árboles frutales guardan una proporción bastante similar entre la extensión de su copa y la de sus raíces. Me acordé de ello e instintivamente me separé un poco, como si le estuviera pisando un pie. Me puse a imaginar esa otra vida de aquel árbol bajo la acera. Es como si hubiera dos árboles, el de la luz y el de la oscuridad, como si las raíces fuesen el reflejo invertido de aquello a lo que nosotros llamamos árbol, lo que vemos. Un poco así somos las personas, vivimos en simbiosis con un lado oscuro que no se muestra y que nos alimenta en silencio. Enseñamos nuestra copa a los demás, la hacemos lucir, hermosa, mecida por un viento de palabras. El problema, como con los árboles, es que cuanto más crece ésta más crece nuestro lado oscuro, pues la copa necesita mayor agarre y más ambición con la que nutrirse. Y a su vez, cuanto más crece el lado oscuro más hemos de extender nuestras ramas al sol para captar mejor la luz y poder fotosintetizar las adulaciones y transformarlas en biomasa para nuestro ego. Un ciclo difícil de parar. Se ha comprobado que hay árboles, bosques enteros, que bajo tierra unen sus raíces. Sus yos oscuros trabajan juntos subrepticiamente para que sus copas crezcan lustrosas dando uno lo que le falta al otro y viceversa. Esta vez te dejo a ti hacer la analogía.

El naranjo de esta tarde me cayó bien, no tenía una copa demasiado crecida. Antes de marchar aspiré fuerte su olor a azahar y naranja amarga, con una mirada le pedí permiso y le hice una pequeña muesca en la corteza. En unos meses me pasaré por Castrelos, su nuevo hogar. Ojalá que sobreviva y no se haga muy frondoso.


3 comentarios:

Lola dijo...

2º intento.-
Que te decía... pues ya no me acuerdo, leches.
!Ah¡ Sí, que cuando vayas a verlo, cuentes cómo está.
Gracias prof, en adelante miraré bien lo que piso en mi tierra llena de naranjos.

Sergio P. Migoya dijo...

Claro, ya contaré, amiga. Biquiños moitos.

Anónimo dijo...

Hola Sergio. Soy uno de los tres autores de los transplantes de naranjos y camelios de policarpo. Solo queria decir dos cosas; la primera es que , pese a la mala epoca del año, han sobrevivido un 80% de los naranjos y camelios,y la segunda, que yo tambien hablaba con ellos en el momento de sacarlos, en su dia me dio mucha pena porque pensaba que no saldria adelante ninguno, pero hoy los miro y me alegro del trabajo que hice. un saludo.